Duch, la triste historia de un maestro


Kang Guekauv a 17 años, listo para ser profesor de matemáticas. La vida lo convertiria en el calculador director de centros de tortura de los jemeres rojos.

Kang Guekauv a 17 años, listo para ser profesor de matemáticas. La vida lo convertiría en el calculador director de centros de tortura de los jemeres rojos.

Cuando usted observa con atención su fotografía y si usted no conoce bien la historia que hay detrás de este anciano, usted piensa en un hombre honorable, quizá en uno de esos viejos sabios de oriente que conoce los secretos de la existencia. Su rostro está siempre en alto y su mirada brillante parece no conectarlo con lo que representa: uno de los lugares más lúgubres del siglo XX, al cual todos se refieren con un código, que en otro tiempo significó muerte. La prisión S-21, Santibal o Tuol Slang.

Con los nombres jemeres tenemos varios problemas en occidente. Primero, que la antigua colonia francesa está entusiasmada con el inglés, gracias a los dólares que le llegan de los nuevos extranjeros que la pasean. Entonces los viejos nombres que fueron presentados al mundo a través del idioma francés, ahora se enredan con el inglés.

Si usted va a Phnom Penh encuentra un híbrido entre la lengua gala y la británica en un intento de comunicarse con los extranjeros: «Pharmacie Mister Samnang«, por ejemplo.

El problema lo tenemos los hispanohablantes, pues a veces no se sabe de dónde tomar los nombres, si del inglés o del francés o del híbrido entre ambos.

Lo mejor es defender la soberanía de la lengua de Cervantes. No decimos Khmer Rouges, como en francés, sino que buscamos nuestras propias normas y sabemos que el gentilicio es «camboyanos» y la lengua y etnia es «jemer». La palabra «Khmer» es cosa de los franceses y tomada por los ingleses tal cual. De esta manera decimos «jemeres rojos».

Con el nombre del director de S-21 que será el primer jemer rojo a ser juzgado por el Tribunal Internacional de Phnom Penh a mediados de febrero, paso lo mismo.

Los ingleses escriben «Kang Kek Iew». Como el inglés es en la actualidad la primera lengua internacional, ese nombre pasa a todos los medios como tal. Pero el jemer, el idioma camboyano, no es fácil. Es necesario ir a la fuente. Se escribe កាំង ហ្គេកអ៊ាវ (debes tener instalado en tu ordenador el UNICODE para ver los carácteres) que, transcribiéndolo al castellano, en una aproximación posible (el inglés no lo logra), sería Kang Guekauv. Ese nombre lo vamos a utilizar en este artículo entonces para los lectores hispanohablantes.

La triste historia de un maestro

Cuando muchos miran a Duch, como se conoce Kang Guekauv, el director de la temible prisión S-21, todos piensan en el hombre que dirigió la tortura y ejecusión de 15 mil personas entre 1976 y 1979, entre ellas existen documentos firmados por él en el cual ordena la ejecusión de 17 niños, hijos de acusados de espionaje. Pocos se imaginan que están frente a un profesor de escuela.

Pero es cierto, Kang Guekauv es un profesor de escuela elemental especializado en matemática y a la vez, es uno de los hombres más célebres del siglo XX por estar involucrado en crimenes atroces de guerra y de violación flagrante de los derechos humanos.

¿Qué relación tiene lo de ser profesor de escuela con su posterior desempeño como director de un centro de torturas y ejecusiones? Bueno, el pequeño detalle es que Kang Guekauv NO dejó de ser profesor de escuela cuando era director de S-21 y volvió a ejercer como tal después y la relación entre ambos oficios (el de profesor y director de torturas) es bastante estrecha.

Asi fueron encontrados los archivos de S-21 por el ejército vietnamita después de la fuga de Kang Guekauv.

Así fueron encontrados los archivos de S-21 por el ejército vietnamita después de la fuga de Kang Guekauv.

A Kang Guekauv nunca se lo podrá acusar de asesinato directo. Se le acusa de la dirección real, plena e intelectual de los crimenes. Como director de un centro de torturas fue el mejor. Por esa razón fue enviado a dirigir la prisión por parte del Partido Central en cabeza de Pol Pot. Kang Guekauv fue hombre admirado no sólo como maestro de escuela, sino por su detallado registro de prisioneros y la dedicación en los métodos de tortura para cumplir los objetivos académicos de la confesión que se quería oir.

Existen documentos de su puño y letra con estrictas recomendaciones sobre el tiempo y la forma de torturar al prisionero y ningún documento de perdón o declaración de inocencia de nadie.

Esta dedicación de Kang Guekauv al proyecto «académico» de torturas se le debe estrictamente a su experiencia como excelente profesor de matemáticas. Esta misma dedicación ha permitido que se conserve tanto y tan cuidadoso material que sirve hoy al ente acusador para establecer sin temor a duda las responsabilidades de los jemeres rojos en los crímenes contra lesa humanidad que se les imputa. En este sentido, el mismo criminal preparó muy bien su propia condena.

¿Cómo se explica que existan tantas fotografías de los condenados en S-21? Si usted entra a la prisión, hoy un centro de romería del turismo del macabro, se encuentra cara a cara con cientos de fotos de personas de todas las edades. Si usted logra distanciarse un poco del horror y de la impotencia de imaginar el sufrimiento de las víctimas y se vuelve un frío detective inglés, se da cuenta que existen fotos en donde el prisionera está en buenas condiciones, atado sí, pero en buenas condiciones. Otras fotos en donde está torturado (incluso se muestra como modelo en el uso de la maquinaria de tortura, como una de esas ilustraciones de libros de escuela sobre cómo utilizar una máquina) y finalmente fotos en donde la víctima está asesinada.

Hay incluso una foto de uno que logró suicidarse.

En las filas de los jemeres rojos. Foto www.rnw.nl

En las filas de los jemeres rojos. Foto http://www.rnw.nl

Toda esa evidencia, tan bien sistematizada, tan perfectamente registrada, se debe única y exclusivamente a la mente matemática del profesor Kang Guekauv.

Después de que el ejército vietnamita entró a Phnom Penh, Kang Guekauv fue el único jefe jemer rojo en abandonar la solitaria ciudad sin antes hacer un intento precipitado de destruir evidencias. Para él, las evidencias principales eran los prisioneros y por eso ordenó una ejecusión masiva de ellos, pero sobrevivieron algunos que hoy son testigos claves en el juicio que se le seguirá en unas semanas. Tampoco pudo destruir el inmenso conjunto de documentos que él mismo había clasificado y que tenía en los mejores archivos que jamás un regimen sanguinario haya podido elaborar.

Tenía que salir lo más pronto posible de Phnom Penh aquel 7 de enero de 1979. Los vietnamitas no le perdonarían a ningún jefe jemer rojo la osadía de los ataques indiscriminados en contra del sur de Vietnam.

Las fuentes dicen que Kang Guekauv salió a pie de la ciudad que cuatro años antes había sido vaciada de población para seguir al pie de la letra el sistema comunista más literal de la historia de la humanidad.

Era fácil hacerse pasar por uno de los miles de refugiados que buscaron las fronteras de Tailandia huyendo del avance militar vietnamita. ¿Quién iba a saber que aquel maestro de escuela, tan culto y equilibrado en su comportamiento, era el director de la temible prisión?

De estudiante modelo a profesor brillantes

Kang Guekauv es uno de esos camboyanos de sangre china, como abundan por aquí. Nació en la provincia central de Kompun Tom (el nombre lo castellanizo, porque aquí se habla español, como dice mi paisano Juanes). Esta provincia es de una gran actividad agricola y fue uno de los fuertes de los jemeres rojos. También allí nació Pol Pot, que también tenía ancestros chinos.

Nació el 17 de noviembre de 1947 y fue hijo de una generación revolucionaria que quería ver libre a su patria del dominio francés. Al igual que Vietnam y Laos, las luchas por la independencia del país no fueron unidas, sino que se enfrentaron divididas entre movimientos de derecha y de izquierda. Si en Vietnam del Norte triunfaron los independentistas comunistas, en Camboya triunfó el rey Norodom Sihanouk, quien logró ganarle a los comunistas el papel protagónico de la independencia de 1954.

El jovencito Kang Guekauv creció en una familia de clase media con fácil acceso a la educación de los primeros años de la independencia bajo el liderazgo absoluto del príncipe Sihanouk.

En 1961, con solo quince años, terminó sus estudios en la Brevet d’Etudes Secondaire de Première, así, con ese nombre en francés, en donde no iban a estudiar los campesinos.

Después lo encontraríamos en el Lycée Suravarman II en Siem Reap, no lejos de su provincia, cerca de las gloriosas ruinas de Angkor Wat, en donde termina su licensia en matemáticas para obtener el segundo puesto nacional con el mejor puntaje académico.

Para 1964 Guekauv se dedicaría a una de las profesiones más queridas en Camboya: la de ser maestro de escuela. Querida por su función ancestral en una sociedad monarquica, aunque en la actualidad una de las peor pagadas. Pero es que en la era previa a la venida de los franceses, la educación estaba en manos de los monjes budistas. Eran estos los maestros, los lo-krú de los niños. Ser maestro de escuela en Camboya tiene un sentido muy sagrado, como debe tenerlo en todas partes.

Guekauv lo haría bien, como lo recuerdan sus antiguos alumnos. Un hombre de mucha ciencia y bastante estricto y serio. Pero pronto comenzaría el ascenso hacia otra cosa más importante: ser parte de la historia de su país.

Se translada a Phnom Penh para obtener una certificación en matemáticas. Números llegarán a ser fundamentales en la vida del profesor, como los números nunca determinados en S-21.

Con la Guerra de Vietnam que truena al otro lado de las fronteras y un gobierno comun-fóbico, la juventud camboyana, especialmente la que hacía parte de una clase media intelectual, era presa fácil de la invitación de muchas ideologías. No era el tiempo en el cual un hombre se podía concentrar sólo en las matemáticas. Había demasiado ruido en el ambiente, en la siempre caliente península Indochina, en el mundo entero que se mecía entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El selectivo Instituto de Pedagogía de Phnom Penh, dirigido entonces por Son Sen, otro que sería de los grandes líderes del movimiento de los jemeres rojos y que moriría a manos de Pol Pot en su ocaso, se convirtió pronto en un centro de activismo comunista de manera subterránea, como lo debía ser un estado que perseguía los principios marxistas.

En 1967 el profesor Kang Guekauv se une por fin al Partido Comunista de Kampuchéa. Este Kampuchéa es Camboya, tal como se dice en francés y esta Francia sería vital en el desarrollo del comunismo camboyano: los principales líderes, todos, se educaron en París. Pero la policía comenzó a arrestar estudiantes y Guekauv huye con otros a Kompun Tom en donde es aceptado como miembro del Partido.

Pocos meses después también fue arrestado, torturado (su primera lección) y encerrado en prisión por dos años sin juicio (segunda lección). La violencia es circular, como la biblioteca circular de Borges. Los jemeres rojos no surgieron de la nada, por generación espontánea: fueron creados por la historia de la humanidad y por los trajines de la Guerra Fría.

El camino rojo de los jemeres

Esta fotografía, utilizada en un blog sin ánimo de lucro y con la debida mención del autor, ha sido removida bajo la petición del señor Stuart Isett el cual incluso amenazó con cobrarle a este pobre blog 100 dólares mensuales si no lo haciamos. La retiramos no porque ninguna acción legal pueda ser iniciada, pues no se estaba violando el derecho de autor, sino porque qué verguenza tener a un señor de esa clase que reclama sus derechos de manera tan violenta. Gracias. Albeiro Rodas.

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En 1970 el general Lon Nol, la mano derecha de Sihanouk, cree que va a rescatar al país de la guerra y le hace un golpe de estado que precipita al país a lo que el general quería evitar: la guerra. Una de las primeras cosas que hace el dictador es conceder una amnistía general a los prisioneros, de lo que se beneficia Kang Guekauv. El general Lon Nol liberaba a uno de sus más fieros enemigos.

El recién liberado, como muchos otros, entra en la clandestinidad y se une a las guerrillas de los jemeres rojos lideradas por Pol Pot y su grupo de París. Su centro de operación se encuentra en las Montañas de los Cardamomos, cerca de la frontera con Tailandia. Desde allí la guerrilla, utilizando el prestigio del depuesto príncipe Sihanouk, al que consideraban también enemigo, se hace fuerte en contra de Lon Nol y los Estados Unidos.

Ya plenamente jemer rojo, Kang Guekauv cambiaría su nombre. Esto en la cultura jemer no es novedoso. Aquí se cambia de nombre como se cambia de camisa. Las razones van desde la supertición a la idea de un cambio de vida o estilo de pensamiento. No es raro que uno venga a decirte «hey, cambié de nombre porque con el anterior me iba muy mal«, aunque la globalización mina esa poco pragmática costumbre. En fin, Guekauv asume el nombre de Camarada Duch (se dice en español «Doch») y su buen criterio lo pondría pronto en la jefatura de los esquemas de seguridad y custodia de prisioneros. La primera prisión, cuando aún los jemeres rojos eran guerrilleros de selva, se conoció como M-13 y después M-99, ambas bajo el mando del profesor Guekauv.

Sus procesos de interrogación de prisioneros eran matemáticos. Pero ¿quiénes eran estos prisioneros? Normalmente uno se imaginaría que serían aquellos capturados del bando enemigo, del ejército de Lon Nol o espías extranjeros. No. Eran miembros del mismo Partido o de las guerrillas, sospechosos de traición. Esta sospecha corresponde a la conocida paranoia de Pol Pot, el temor constante a que dentro de sus filas estaban infiltrados enemigos o traidores. Guekauv fue un magnífico instrumento de Pol Pot. Era el ideal, aquel que daba la tranquilidad de prevenir la traición, incluso aquella que aún no había surgido en el corazón de la víctima. Por lo tanto, ya antes de que se abriera S-21 en el prestigioso colegio de Tuol Slang en Phnom Penh, Guekauv tuvo la oportunidad de practicar sus estudiados interrogatorios, torturas y ejecusiones. Pocos de esos primeros grupos de prisioneros salieron vivos para contar el cuento.

El juicio de la historia

Ante el Tribunal Internacional de Phnom Penh, fase preliminar. Foto AP.

Ante el Tribunal Internacional de Phnom Penh, fase preliminar. Foto AP.

El 17 de febrero uno que fue un magnífico profesor de matemáticas se enfrentará a un juicio por crímenes de guerra. Esta vez no será él quien se siente a mirar la reacción de las respuestas a preguntas dirigidas por un verdugo, las mismas preguntas que él escribía cuidadosamente en un papel con su hermosa caligrafía escrita en tinta fina.

Esta vez no habrá ningún verdugo que lo obligue a decir la verdad o la «verdad» que un juez quiera oir. Tendrá derecho a desmentir todo aquello de lo que se le acusa, como la de ordenar la muerte de una familia entera porque uno de esa familia le parecía sospechoso a Pol Pot. Puede decir que no tuvo nada que ver con los niños estrellados contra un árbol mientras sonaba música comunista a todo volumen para no oir sus gritos desgarrados en el campo de exterminio. Si lo niega, nadie lo atará a una silla con una barra de electricidad en su nuca o a una cama conectada a una fuente de energía para después bañarlo en agua. Nadie lo meterá dentro de un tanque de agua para anegarlo y nadie le dirá, como él decía a sus víctimas «Usted tiene que responder a todas mis preguntas sin darse tiempo para pensar«.

El profesor Guekauv ha aceptado la responsabilidad en los crimenes. De hecho, es el único de los líderes de los jemeres rojos sobrevivientes que lo ha hecho. Pol Pot, antes de morir, había dicho que la historia puede decir lo que quiera de él. Pero Duch ha sido diferente y se basa en su conversión al cristianismo protestante.

Esta vez, como un profesor matemático, seguramente tendrá que reconocer que las operaciones no fueron correctas. Con suerte, su arrepentiemiento tardío sirva para la reconciliación de un país que perdió más de treinta años de historia inmerso en el caos.

13 pensamientos en “Duch, la triste historia de un maestro

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  2. Please remove my copyrighted image of Comrade Duch (see below) from your blog or I will start billing $100 a month for use plus copyright infringement penalties:

    Duch, la triste historia de un maestro

    Stuart Isett

    es: Por favor retire mi imagen con derechos registrados de su blog o comienzo a cobrarle 100 dólares mensuales más acciones legales por derechos de copia.

    Dear Sir,

    Yes, I will remove it now. But not because you can do any legal
    action. The blog is non commercial and your name is credited, but
    because it would not be nice to have such an author like you, so
    dramatic. I have better pictures myself (I will translate your message
    in Spanish, so Spanish readers can know you better).

    Regards,
    Albeiro Rodas

    es: Apreciado señor, voy a retirarla ya mismo, pero no porque usted pueda comenzar acciones legales. Este no es un blog comercial y su nombre estaba debidamente acreditado, sino porque no sería apropiado tener a un autor tan dramático como usted. Tengo mejores fotografías que las suyas (traduzco su mensaje en inglés para que los lectores hispanohablantes lo conozcan a usted mejor).

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  3. Para Torosai: Tu eres tonto y te apreta la boina, payaso. Si, deberian de abrir los centros de torturas, pero solo que te diesen buenas corrientes en los testiculos durante horas…tontolapolla. A los subnormales como tu, dejando semejantes comentarios, es a los que se merecen torturar sin piedad. Dan ganas de vomitarte en la boca y mearte en los ojos (¿no querias tortura?). Tu sola existencia denigra la raza humana, puto engendro nazi y soplapollas…
    Para Albeiro Rodas: Disculpa por el lenguaje, pero semejantes «escrotos humanos» que defienden la tortura tan impunemente, no deberian tener cabida en un blog tan interesante como el tuyo. Entendere perfectamente que me censures…pero ojala no me encuentre en la vida real a esa cucaracha…porque entonces si conoceria de primera mano Conciencia Moral ( a base de ostias claro)

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    • No Antonio, cómo censurarte. La verdad no puede censurarse, sería un delito contra los derechos humanos y la dignidad de los pueblos. Censurado este caballero, si así lo podemos llamar. Soy yo el que pido disculpas por dejar pasar semejante comentario tan vulgar y dañino a la razón y a la ética. Gracias Antonio y bienvenido siempre a este espacio.

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  4. Este comentario ha sido felizmente censurado por faltar al respeto de la dignidad humana, al dolor de la historia y a la soledad del hombre.

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  5. Creo, que en vez de tratar de rebuscar en la barbaridad de lo que sucedió, y pienso que los culpables merecen su castigo, la reflexión seria trabajar, para averiguar, como se puede llegar a alcanzar tal locura, y poder evitar que esas cosas vuelvan a suceder.

    El asunto es mucho, muchísimo más complejo de lo que parece a simple vista.

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